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Capítulo Once de este Comentario

Tema 3

El arca del pacto en el templo de Dios en el cielo

 

 “El templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo.”

 Apocalipsis 11:19  

 

PDF de este estudio

 

 

Arca en el cielo -Pacto

 

Visualización, siguiendo conceptos terrenales,

del “arca” del “pacto… en el templo de Dios... en el cielo”.

Presentación y análisis de la interpretación de Apocalipsis 11:19

dada por la profetisa Elena G. White y seguida

por la Iglesia Adventista del Séptimo Día. 

 

 Introducción

 

Acérrimos creyentes en guardar el séptimo día como condición absolutamente indispensable, según su fe, para la salvación de sus almas, los adventistas del séptimo día confían implícitamente en los escritos de Elena Gould Harmon White. Esta dama, nacida el 26 de noviembre de 1827, se adjudicó unas dos mil visiones y confirió a la iglesia que ayudó a establecer y formar todo un caudal de instrucciones, comentarios sobre la Biblia, disertaciones en torno a la salud, etcétera. Discípula adolescente del profeta William Miller, quien fijó la Segunda Venida de Cristo para el año 1843, luego para el 1844, Elena tuvo su primera “visión” en diciembre del 1844, poco después del “gran chasco” que sufrieron Miller y su multitud de simpatizantes ingenuos al no aparecer Cristo según lo predicho. La joven tenía tan solo diecisiete años de edad.

Referente a Apocalipsis 11:19, la profetisa Elena no dudaba de encontrar en la escena del “templo de Dios abierto en el cielo”, con “el arca de su pacto” visible en el interior, evidencia sólida e irrefutable en apoyo del carácter “eterno y para siempre” que atribuía a los diez mandamientos dados a Moisés en el monte Sinaí, incluso el cuarto mandamiento de guardar el séptimo día. Mediante el presente estudio, examinamos su interpretación, respetuosamente invitando a todo adventista y a todo estudioso de las Sagradas Escrituras a escrutar objetivamente nuestro análisis y conclusiones.

 

Elena White 1859

Elena Gould Harmon White

1859 (fotografía encontrada en el Internet)

 

Elena Gould Harmon, líder americana religiosa, quien era una de los fundadores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y cuyas profecías y demás guías eran centrales para el temprano crecimiento de la denominación.

“En diciembre del 1844, Harmon experimentó la primera visión de unas dos mil que luego alegó haber recibido. Inició un ministerio itinerante entre los mileritas desilusionados, trayendo noticias sobre el futuro y mensajes animadores basados en sus visiones. En el 1846, se casó con el Reverendo James S. White, otro ministro adventista.”

 

(White, Ellen Gould Harmon. Encyclopædia Britannica, from Encyclopædia Britannica 2006. Ultimate Reference Suite DVD. Accessed January 18, 2008.) 

 

 

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“El arca del testimonio”


Tres objetos fueron colocados en esta arca: las dos tablas de los diez mandamientos,
un envase con maná y la vara de Aarón que reverdeció.

 

 Análisis 

 

Citamos textualmente la interpretación de la profetisa White tal cual dada en “América en la profecía”, Páginas 173 – 174, libro en español que “contiene citas de… El conflicto de los siglos” 

(Inspiration Books East, Inc., Jamison, Alabama 35085).

Insertamos nuestros propios comentarios, aclaraciones, etcétera.

 

A.  Escribe la Señora White:

“El arca que estaba en el tabernáculo terrenal contenía dos tablas de piedra, en que estaban inscritos los preceptos de la ley de Dios. El arca era un mero receptáculo de las tablas de la ley, y era esta ley divina la que le daba su valor y su carácter sagrado a aquélla.”

 

Aclaración nuestra.  “Las tablas de la ley” no eran los únicos objetos colocados en aquella arca “en el tabernáculo terrenal”. Explica el escritor de Hebreos 9:3-5: “Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto; y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle”. Vemos pues, que tres cosas había en el arca, y no una sola, a saber: maná, la vara de Aarón y las tablas del pacto. Las tres, y no una sola, testificaban las obras poderosas hechas por Jehová Dios a favor de Israel.

 

1.  El maná“pan del cielo” (Éxodo 16:4; Juan 6:31) que daba testimonio a la provisión sobrenatural para la alimentación del pueblo en el desierto.

2.  La vara de Aarón“señal” divina de la selección de Aarón y sus descendientes como la tribu sacerdotal. “Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras. Entonces sacó Moisés todas las varas de delante de Jehová a todos los hijos de Israel; y ellos lo vieron, y tomaron cada uno su vara. Y Jehová dijo a Moisés: Vuelve la vara de Aarón delante del testimonio para que se guarde por señal a los hijos rebeldes (Números 17:8-10).

3.  Las “tablas de la ley”, específicamente identificadas como las “dos tablas del testimonio”. Dios “dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios” (Éxodo 31:18). ¿Y por qué “del TESTIMONIO”? Obvia y lógicamente porque su escritura milagrosa daba “testimonio” irrebatible al hecho de ser Jehová Dios el autor de toda la ley dada en Sinaí.

-Al menos en trece textos de la Biblia el arca se llama “el arca del testimonio”, como, por ejemplo, en Éxodo 25:22. “Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.” ¿Por qué el calificativo “del testimonio”? Certeramente, porque los tres objetos guardados en él daban “testimonio” del amor de Dios por su pueblo electo, de su autoridad y su poder.

-Aquella misma “arca del testimonio” elaborada en el desierto de Sinaí también se llamaba en aquel tiempo “el arca del pacto”, exactamente como en Apocalipsis 11:19“Así partieron del monte de Jehová camino de tres días; y el arca del pacto de Jehová fue delante de ellos camino de tres días, buscándoles lugar de descanso” (Números 10:33). El arca del pacto de Dios estaba allí en aquellos días” (Jueces 20:27). Por consiguiente, ¿con qué lógica o razón postular que tres objetos había en “el arca de testimonio” pero una sola, a saber, la ley de los diez mandamientos, en “el arca del pacto”?

-Resaltar un solo artículo de los tres que había en el arca, como lo hace la profetisa White, sin mencionar siquiera los otros dos, o explicar el propósito primordial de guardar los tres en “el arca del testimonio”, descubre, conforme a nuestra apreciación, falta de erudición y objetividad.

 

B.  Sigue la interpretación de la Señora White. “Cuando fue abierto el templo de Dios en el cielo, se vio el arca de Su pacto. En el lugar santísimo, en el santuario celestial, es donde se encuentra inviolablemente encerrada la ley divina –la ley promulgada por el mismo Dios entre los truenos del Sinaí y escrita con su propio dedo en las tablas de piedra. La ley de Dios que se encuentra en el santuario celestial es el gran original del que los preceptos grabados en las tablas de piedra y consignados por Moisés en el Pentateuco eran copia exacta.”

 

Preguntas y comentarios nuestros.

1.  Analicemos la afirmación “La ley de Dios que se encuentra en el santuario celestial es el gran original del que los preceptos grabados en las tablas de piedra y consignados por Moisés en el Pentateuco eran copia exacta”.

 

a)  Antes que nada, observamos que Apocalipsis 11:19 no revela absolutamente nada sobre el contenido del “arca de su pacto” vista en el templo en el cielo. Tampoco ningún otro pasaje de Apocalipsis donde se menciona aquel “templo” celestial. Por lo tanto, es preciso inferir su contenido. Ya que el arca se identifica como “de su pacto”, tal cual en el Antiguo Testamento, se infiere que hubiera en ella representaciones de las tres cosas que había en el arca terrenal, hasta la desaparición de la misma cuando el rey Nabucodonosor se llevara a Babilonia las cosas sagradas del templo hecho por Salomón. Las tres cosas eran: las tablas de los diez mandamientos, un envase de maná y la vara de Aarón que reverdeció.

 

(1)  Digo “representaciones” porque tanto el “templo de Dios… en el cielo” como “el arca de su pacto” que se veía en él, pertenecen a la esfera espiritual-celestial donde mora el Todopoderoso en “luz inaccesible”. No se encuentran en el universo material sino en el lugar celestial llamado “cielo”. Consiguientemente, se deduce que su esencia no sería material. De ser esto así, aquel “templo de Dios… en el cielo” no será hecho de madera de acacia, cedro, oro, plata, mármol, piedras preciosas y telas adornadas, como el tabernáculo-templo de Israel en la tierra. Ni tampoco sería “el arca de su pacto” un cajón forado de oro extraído de la tierra. Por extensión, no habría en aquella “arca” dos tablas de piedra tomada de la tierra, en envase físico de maná material o una vara hecha de madera encontrada en la tierra. No estamos diciendo que aquel “templo” “arca” no existan realmente en el cielo, pues entendemos que existen sí, pero no como creaciones materiales sino de sustancias armoniosas con aquella esfera espiritual-celestial.

(2)  Desde luego, si a Dios le place tener allá en su morada un templo material, con un arca material, dos tablas de piedra terrenal, maná material y una vara material, poder tiene para hacerlos realidad en su mundo espiritual-celestial. De todas maneras, esta cuestión es algo académica, ya que las cosas nombradas existen allá, conforme a nuestro entendimiento, cualquiera sea su sustancia.  

 

b)  Asumiendo que el “arca” en el “templo de Dios… en el cielo” no esté vacío, se infiere, naturalmente, que los diez mandamientos se hallen en ella; también, maná y la vara. La Sra. White parece ver en ella solo los diez mandamientos, llamándolos “el gran original del que los preceptos grabados en las tablas de piedra y consignados por Moisés en el Pentateuco eran copia exacta”. Este concepto de que sean “el gran original” de los diez mandamientos dados a Moisés no es expresado en Apocalipsis 11:19. El que existieran, o no, “originales” en el cielo del tabernáculo-templo de Israel, y sus mobiliarios, antes de ser fabricados en el desierto de Sinaí por Moisés y los israelitas, luego por Salomón en Jerusalén, realmente no serviría como evidencia para sostener la vigencia hasta el fin del tiempo de los diez mandamientos. Por otro lado, enseñar que los diez mandamientos, incluso el cuarto de guardar el séptimo día, están en vigor durante la Era Cristiana porque el “arca” del “pacto” se veía “en el templo de Dios… en el cielo”, conforme a la visión de Apocalipsis 11:19, crea una contradicción patente entre este texto y el de 2 Corintios 3:6-17, donde el Espíritu Santo dilucida, cuidadosa y extensamente, la abolición del “ministerio de muerte grabado con letras en piedras”, o sea, precisamente él de los diez mandamientos, y la institución del más glorioso “ministerio del espíritu”, sinónimo del “ministerio de justificación” o Nuevo Testamento. Pero, tal contradicción desaparece cuando Apocalipsis 11:19 se interpreta correctamente, de acuerdo con los parámetros de la profecía de la que forma parte. Veamos.

 

 (1)  La escena que describe el apóstol Juan en Apocalipsis 11:15-19 toma lugar en el tiempo de la Séptima Trompeta, o sea, durante los últimos días agónicos de la tierra“cuando el misterio de Dios se consumará” (Apocalipsis 10:5-7). La voz de la Séptima Trompeta significa “que el tiempo no sería más”Tocada ya esta Séptima Trompeta, se abre “el templo de Dios… en el cielo” y se ve “el arca de su pacto en el templo”. ¿Cuándo se abre “el templo de Dios”? ¿Cuándo se ve “el arca de su pacto”? Reiteramos: ¡después de tocarse la Séptima Trompeta! El escenario es él del fin del mundo y del tiempo; de juicio sobre las naciones impenitentes y los que “destruyen la tierra”. Intentar, pues, comprender la visión del “templo de Dios… abierto y en cielo”, con el “arca” visible dentro de él, sin tomar en cuenta las circunstancias que preceden y siguen este evento, abre paso a interpretaciones erróneas.

(2)  En lugar de explicar la Sra. White la visión del “arca” en el “templo de Dios… en el cielo” de acuerdo con el contexto del fin del mundo terrenal y el juicio final que anuncian los “veinticuatro ancianos” (Apocalipsis 11:16-18), ella trata de usar la visión para imponer absoluta obediencia a los diez mandamientos, incluso al cuarto de guardar el séptimo día, a toda persona de la Era Cristiana que quisiera salvarse eternamente.

 

2.  Comentando sobre Apocalipsis 11:19, la profetisa White escribió: “En el lugar santísimo, en el santuario celestial, es donde se encuentra inviolablemente encerrada la ley divina –la ley promulgada por el mismo Dios entre los truenos del Sinaí y escrita con su propio dedo en las tablas de piedra”. La implicación de su explicación es que la ley dada en Sinaí, no exceptuándose el cuarto mandamiento sobre guardar el séptimo día, es eterna. “Se encuentra inviolablemente encerrada… en el santuario celestial.” “…inviolablemente”, es decir, que no se puede violar o profanar. Con esto la Señora White quería decir, así entendemos el sentido de sus palabras, que ningún humano o ángel podía alterar la ley guardada en el arca, y además, que Dios mismo la iba a mantener vigente sempiterno. Pero, nada de todo esto se dice expresamente, o siquiera por implicación necesaria, en Apocalipsis 11:19.

 

Ofrecemos una explicación de Apocalipsis 11:19

más acorde con el contexto.

 

A.  El contexto ya lo hemos indicado. Recapitulamos, ampliando:

 

1.  La escena del “Arca del pacto en el templo de Dios abierto en el cielo” pertenece a las visiones de la Séptima Trompeta. Esto es evidente al leer los versículos del 15 al 19 de Apocalipsis 11. “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo…”

2.  La voz de la Séptima Trompeta señala la consumación del misterio de Dios y el fin del tiempo mismo, declaración inequívoca hecha en Apocalipsis 10:5-7.

3.  Al sonar la Séptima Trompeta, los veinticuatro ancianos exclaman: “…tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra” (Apocalipsis 11:16-18). Hecha esta grandiosa proclamación, acto seguido “el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo”.

4.  Después de abierto el templo, “hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo”.

 

B.  ¿Con qué razón descubrir a la vista “el arca de su pacto” ya finalizándose el espantoso drama escenificado cuando suena la Séptima Trompeta? Presentamos la siguiente explicación:

 

1.  Porque está para efectuarse el juicio de las naciones, y entre las naciones se encuentra Israel“Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos…”, dicen los veinticuatro ancianos justamente antes de abrirse el templo de Dios en el cielo (Apocalipsis 11:18).

 

a)  Entre “los muertos” se hallan millones de israelitas muertos.

b)  Entre “las naciones” figura, quizá prominentemente, la nación de Israel. Israel: el pueblo electo con el que hizo Jehová Dios pacto en Sinaí. Exclusivamente con Israel. No con otros pueblos (Éxodo 31:12-17; Deuteronomio 5:2-4; Efesios 2:12).

Pueblo electo hasta que naciera de aquel pueblo el Mesías, en cumplimiento preciso de las profecías y el plan de Dios.

Pueblo que Dios sigue amando y preservando de manera providencial aun durante la Era Cristiana.

Esto se comprueba mediante el estudio del capítulo 12 de Apocalipsis, corroborándolo el capítulo 11 de la epístola a los Romanos.

Pese a ser el pueblo electo, Israel se rebelaba continuamente contra Dios durante casi todos los mil quinientos años que comprendía la Era Mosaica (desde Sinaí hasta la crucifixión del Mesías). Multitudes de israelitas murieron en incredulidad y desobediencia. Resucitados para el juicio de “los muertos”, han de confrontar el “testimonio” contra ellos que, efectivamente, constituyen los objetos guardados en “el arca del testimonio”, también llamada “el arca del pacto”.

Este “testimonio” lo han de confrontar, opinamos, aun los muchos millones de judíos (israelitas) de la Era Cristiana que no reciben a Jesucristo como el Mesías, pues, a pesar de regir el Nuevo Pacto de Cristo durante esta Era, y no, en definitiva, el Antiguo Pacto (Hebreos 7:12; 8:6-13), los objetos del “arca del testimonio” siguen evidenciando aspectos vitales del designio de Dios tanto para la salvación de israelitas como para la de todos los gentiles.

 

2.  De hecho, “el arca del pacto”, con sus tres objetos de “testimonio” en el interior, propiciatorio y querubines encima, testifica también a las naciones gentilicias la intervención milagrosa de Jehová Dios en su empeño de reconciliar consigo por medio de Jesucristo a toda la raza humana, y no tan solo a los israelitas.

 

C.  ¿Por qué aparece en esta escena solo “el arca del pacto” en el templo de Dios en el cielo, y no objetos adicionales tales como el candelero y la mesa de los panes de la proposición? Al respecto, solo podemos especular.

Tal vez por qué el propiciatorio encima del arca es donde Dios se manifieste para grandes obras o eventos relacionados con la salvación o condenación de los humanos.

Esto armoniza con las manifestaciones de Dios en el Lugar Santísimo del templo terrenal, hasta el tiempo de la profanación del templo tanto por israelitas como por gentiles. “Y Jehová dijo a Moisés: Dí a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera; porque yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio(Levítico 16:2).

Análogamente, en el tiempo del fin, cuando los siete ángeles están para derramar las siete copas de oro, sucede lo siguiente: “Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles (Apocalipsis 15:8).

D.  Esforzándonos para comprender cabal y correctamente la visión de Apocalipsis 11:19, no perdamos de vista el factor de la simbología intrínseca en muchas representaciones apocalípticas. Esto no se trae para restar importancia al “arca del pacto” en el cielo sino para que consideremos sus posibles aspectos simbólicos, pues bien pudiera simbolizar todos los objetos que se presentaran como testimonio en el juicio de “las naciones”, en el juicio de “los muertos”.

E.  ¿Significa la existencia del “arca del pacto” en el templo de Dios en el cielo que la iglesia en la tierra tenga que guardar indefectiblemente los diez mandamientos tal cual dados en Sinaí, incluso el del séptimo día? Negativo. De modo alguno. 

El contexto de la visión no es el de la iglesia en la tierra sino el del juicio de las naciones“Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra” (Apocalipsis 11:18).

Después de esta declaración “el templo de Dios fue abierto en el cielo…” 

Así pues, de la manera que la existencia de tronos en el cielo, coronas, incienso, un incensario de oro, arpas, el arca, un mar de vidrio, altares, copas de oro, etcétera, no vale para justificar tener sus contrapartes materiales en la iglesia en la tierra, tampoco se puede apelar al “arca del pacto” en el templo de Dios en el cielo para imponer el séptimo día en la iglesia.

F.  ¿Significa la existencia del “arca del pacto” en el cielo que los santos glorificados guardarán el séptimo día aun en la “tierra nueva con cielos nuevos”, en la nueva Jerusalén, la ciudad celestial, por toda la eternidad?

Negativo.

Estimado lector, una sola razón basta para sostener esta negación, a saber: ¡NO habrá ningún templo en la nueva Jerusalén! Apocalipsis 21:22-23. Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.” “…no vi en ella templo…”, testifica el apóstol Juan acerca de “la gran ciudad santa de Jerusalén”, morada futura de los redimidos.

Pues bien, no habiendo templo, es lógico deducir que tampoco habrá arca de pacto, dos tablas con los diez mandamientos o cualquier otro objeto del tabernáculo-templo de Israel.

De todos modos, ¿con qué sentido o razón proyectar el Decálogo, y en particular el cuarto mandamiento, para la “tierra nueva” y la “nueva Jerusalén”? Habiendo sido perfeccionados todos los santos admitidos a aquellos lugares celestiales (Hebreos 12:23), no les hará falta las leyes de los diez mandamientos. Ya no podrán pecar. Ya la “segunda muerte” no tendrá potestad alguna sobre ellos.

 

Conclusión

 

En lo concerniente a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, “…para octubre del 2009, la iglesia tenía 16,214,101 miembros bautizados.[57] La iglesia figura entre las organizaciones de mayor crecimiento en el mundo, principalmente debido a incrementos en su feligresía en las naciones del tercer mundo. Hoy, menos del 7% de la membresía global reside en Estados Unidos de América, habiendo cantidades grandes en África, al igual que en Centro y Sur América” (www.wikipedia.org. Artículo Seventh Day Adventist Church)

 

Estos millones de adventistas siguen fielmente las huellas de la profetisa Elena Gould Harmon White. Por su intransigente aferramiento al Antiguo Pacto, con sus diezmos, dietas y séptimo día, clasificaríamos a la Sra. White como “judaizante” de muy alto rango. Ahora bien, las pisadas del judaizante trazan un camino que aleja de Cristo y su gracia.

El Espíritu Santo advierte este grave peligro al decir: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4). “Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley” (Gálatas 5:3).

Incuestionablemente, esta misma norma es aplicable a diezmar, abstenerse de alimentos que Dios mismo ha hecho limpios (Marcos 7:17-19; 1 Timoteo 4:1-5) y guardar “fiestas solemnes”, entre las que ocupa el primer lugar “el día de reposo”, o sea, el séptimo día, en la lista de Levítico 23. El mismo Espíritu de Dios declara: Nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo (Colosenses 2:16), claramente dando a entender que estos mandamientos fueron clavados en la cruz.

Pero, la profetisa White juzga sí, imponiendo diezmos, dietas y días de reposo a todos cuantos se sujetan a su voluntad. En el intento inútil de esquivar tan clara declaración divina, algunos teólogos del adventismo del séptimo día argumentan que el apóstol Pablo solo estaba condenando las “tradiciones” que los judíos habían desarrollado en torno a los días de reposo, leyes alimenticias y diezmos. Más sin embargo, la fraseología tan precisa de Colosenses 2:14-16, 2 Corintios 3:6-17 y muchos pasajes bíblicos parecidos, derriba su porfía.

 

Diecisiete millones de adventistas del séptimo día son, efectivamente, diecisiete millones de judaizantes.  Diecisiete millones parados frente al “monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud” hasta el día de hoy.

En la alegoría inspirada de Gálatas 4:21-31, el monte Sinaí “es Agar”, la esclava de Abraham. “Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud” (Gálatas 4:25). “Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre. Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libre, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 4:30-31; 5:1).

Siendo la profetisa White hija de Agar, ¿qué, pues, son sus seguidores en todo el mundo si no también esclavos de aquella ley promulgada en “el monte Sinaí en Arabia”?

Pero, “a libertad” Cristo nos llama (Gálatas 5:13). ¿Por qué habríamos de someternos a seres humanos que esclavizan “a los débiles y pobres rudimentos” de pactos ya caducados (Gálatas 4:8-11)? 

“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1).

 

A resumida cuenta, aparecen en los escenarios apocalípticos revelados al apóstol Juan cosas y seres que testifican contra todo aquel, ya judío ya gentil, que rehúse vivir en armonía con los designios de Dios para la humanidad, incluso el “arca del pacto” que “se veía en el templo” de Dios cuando este templo “fue abierto” al tocar el Séptimo Ángel la última trompeta.

En la actualidad, el tiempo sigue su marcha inexorable hacia la hora cuando sonará la Séptima Trompeta, señalando la consumación del “misterio de Dios” y el fin del tiempo mismo (Apocalipsis 10:5-7). Todavía se nos concede la oportunidad de ordenar nuestra vida de tal manera que Dios nos cuente entre sus “santos”, entre “los que temen su nombre”. Haciéndolo, y perseverando en santidad, recibiremos “el galardón” reservado para los verdaderos “siervos” del Altísimo. (Apocalipsis 11:18).

Transcurriendo nuestra vida durante la presente Era Cristiana, el “pacto” divino que está en vigor para nosotros es el Nuevo Testamento de Cristo. Por lo tanto, en este Testamento, y no en el Antiguo, encontramos las directrices para ordenar correctamente nuestra vida. Siguiéndolas fielmente, evitaremos cualquier “testimonio” contra nosotros de parte de la Deidad y los demás seres celestiales.

Lejos de sufrir el destino vergonzoso y doloroso de “los que destruyen la tierra”, seremos coronados de gloria, honra e inmortalidad, otorgados el “derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”(Apocalipsis 22:14), “la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (Hebreos 12:22).

Desde Pentecostés, del año 30 d. C., cuando entró en vigencia el Nuevo Testamento, hasta el fin del tiempo mismo, todo ser humano que desea recibir el “galardón grande… en los cielos” (Mateo 5:12) ha de iniciar su obediencia a Dios, creyendo y confesando que Jesucristo es el Mesías prometido, el Salvador del mundo, arrepintiéndose de sus pecados y bautizándose (sumergiéndose en agua) “para perdón de los pecados” (Marcos 16:15-16; Hechos 2:38; 22:16; Romanos 6:1-7). 

 


 

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